Una escalera como es debido es invisible para el que la usa. La ignoras, simplemente subes, llegas arriba. Estabas abajo y estás arriba (o al revés). La escalera está ahí, pero no la percibes. No estás pendiente de ella. Una escalera irregular puede ser más ‘creativa’, incluso más divertida, pero es peor para subir. No cumple bien su función de ayudar a subir de manera cómoda y eficiente. Obliga a estar pendiente de ella, a tener cuidado con ella. Por cualquier escalera normal podemos subir o bajar sin dejar de pensar en nuestras cosas. Incluso podríamos subir a ciegas sin gran dificultad. En cambio, subir a oscuras por una escalera completamente irregular sería una experiencia angustiosa; terminaríamos avanzando a cuatro patas, arrastrándonos para no rompernos la crisma.
Hay escaleras humildes, de casas de vecindad, y hay otras, como la escalera dorada, que son grandiosas obras de arte. Pero no por ello dejan de ser escaleras: sus escalones tienen que ser regulares si no quieren descuidar su función de comunicar dos lugares que están en planos diferentes. Sin esa necesidad de comunicar nunca se habrían construido.
Puedes construir una escalera tan grande y hermosa como permita tu esfuerzo y tu talento. Pero asegúrate de que sirva para subir.
Las historias son escaleras.
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Escalera dorada de la catedral de Burgos. Fuente: Wikimedia Commons. |
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