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31 enero 2013

«…también paseamos perros»

Nada como salir a la calle para tomar el pulso a la situación social. Llevo algunas semanas repartiendo propaganda por el barrio, y es una experiencia enriquecedora. Lo primero: manifestar mi agradecimiento a todos los que me han permitido pegar pasquines o dejar tarjetas publicitarias en sus comercios. Diréis que tampoco les cuesta nada, y tal vez sea verdad. Sin embargo, cualquiera que ponga en marcha una actividad comercial hoy, en España, sabe que la sonrisa de los extraños posee efectos balsámicos. Es una fuente de energía inagotable y no sujeta al segundo principio de la termodinámica.

Lo segundo que quería comentar es mi sorpresa al constatar el gran número de anuncios referidos a cuestiones de escritura que he encontrado, perdidos entre las ofertas de venta de pisos, de coches, de alquiler de habitaciones, de reparación de ordenadores… He fotografiado unos cuantos, los más significativos, y los pongo a continuación. No faltarán los agoreros que piensen que esto refleja las pobres perspectivas que esperan al que quiera dedicarse a los oficios de la cultura. Yo prefiero ver el vaso medio lleno, como una prueba de que existe una gran demanda de servicios como los que ofrece tinta invisible. Eso sí, como en el cuento de Heinlein que da título a esta entrada, los que nos dedicamos a esto tenemos que tener una vocación de servicio a toda prueba. ¡Ánimo, camaradas!

«No hay trabajo demasiado grande para nosotros
No hay trabajo demasiado pequeño…
¡y todo asom­brosamente barato!»






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