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22 abril 2013

Contexto de descubrimiento y contexto de justificación


Los filósofos de la ciencia distinguen a veces entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación. Este último alude a una serie de procesos racionales que emplean los científicos para defender la validez de sus hipótesis o teorías ante la comunidad científica: experimentos, razonamientos lógico-matemáticos, demostraciones, argumentaciones, etc. En cambio, el contexto de descubrimiento tiene que ver con los procesos por los cuales llegan los científicos a formular esas nuevas hipótesis o teorías. Aquí entrarían no sólo elementos racionales sino también factores sociales o psicológicos de cualquier tipo. Algunos científicos descubrieron las ideas que les hicieron célebres cuando estaban soñando, o por accidente. Por poner un ejemplo un tanto burdo, la manzana que cayó junto a Newton (no en su cabeza) y le sirvió de inspiración para su teoría de la gravitación universal formaría parte del contexto de descubrimiento de dicha teoría; en cambio, el ingente aparato matemático que tuvo que desarrollar el genial profesor de Cambridge para hacer triunfar su teoría formaría parte más bien del contexto de justificación.

Presunto descendiente del manzano de Newton en el jardín botánico
de la Universidad de Cambridge. Fuente: Wikimedia Commons

Esta distinción entre contexto de descubrimiento y contexto de justificación no está exenta de problemas filosóficos, pero a mí me gusta aplicarla, por analogía, a la escritura. También aquí cabe distinguir entre dos contextos o momentos: uno de creación, en el que imaginamos lo que vamos a escribir y lo ponemos por escrito, y un segundo momento, que podríamos llamar de análisis o crítica, en el que volvemos sobre lo escrito o imaginado y nos dedicamos a pulirlo, a cuestionarlo, a mejorarlo para conseguir una historia mejor, más poderosa, más emocionante, más coherente, más rica.

Ambos momentos, ambos procesos, son indispensables en cualquier proceso creativo. La crítica, la técnica, el análisis, la sistematización, no sirven de nada si se aplican en el vacío, si no parten del corazón, de una intuición vital previa. Tampoco sirve de nada la mera inspiración si no es capaz de comunicarse a los demás. Y la comunicación tiene sus reglas, su tinta invisible. Pero son momentos distintos. Como en la famosa ilusión óptica del pato-conejo, podemos ver un pato o podemos ver un conejo; pero no podemos ver un pato y un conejo a la vez.

«No trates de crear y analizar al mismo tiempo. Son procesos distintos» (Corita Kent, «Reglas y consejos para estudiantes y profesores», regla núm. 8).

Una versión de 1892 de la famosa ilusión óptica.
Fuente: Wikimedia Commons.


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